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70 años desde los asesinados políticos del año 1940 |
(2010-11-29) |
Última actualización: 2010-12-06 12:27 EET |
El otoño del año 1940, con algunas regiones arrancadas de su territorio, Rumanía se desviaba hacia los régimenes de extrema derecha. El regimen corrupto, inmoral y desastroso del rey Carlos II había dejado el país en el marasmo, y se estaba acercando a su fin.
El general Ion Antonescu y la Guardia de Hierro accedieron al poder y terminaron con todas las esperanzas y las frustraciones de los rumanos. Sin los líderes tradicionales que habían conseguido el 15% de los votos del electorado en las elecciones de 1937, la Guardia de Hierro, junto con los hombres del general Antonescu, ocupó todos los cargos ejecutivos proclamando el Estado nacional – legionario en Rumanía. Partiendo del deseo de vengarse, inmediatamente después, la Guardia de Hierro empezó a castigar a la gente que había liquidado a sus líderes. La noche del 26 al 27 de noviembre de 1940, 65 políticos, militares y oficiales superiores de la policía de la camarilla del rey Carlos II, encarcelados el 5 de octubre en la prisión de Jilava, en el sur de Bucarest, fueron ejecutados por un grupo de legionarios.
Han pasado 70 años desde aquellos acontecimientos y hemos invitado al historiador Ioan Scurtu para rememorar juntos lo que pasó entonces. Primero, nuestro invitado se refiere a la composición política de los regimenes que se sucedieron en la gobernación en el otoño del año 1940, así como a los dignatarios que fueron víctimas de los legionarios:
Cualquier asesinato es un acto en contra de la democracia, de los derechos humanos y la libertad de expresión, tanto más cuanto que se trata de asesinatos políticos. Pero los hombres asesinados en Jilava eran personas que habian vinculado su nombre al regimen autoritario de Carlos II, instaurado el 10 de febrero de 1938, un regimen antidemocrático. En aquel momento, es decir en noviembre de 1940, los encarcelados en Jilava no representaban la democracia, sino más bien un regimen de tipo autoritario. Algunos se escaparon, como por ejemplo Gheorghe Tatarescu, Mihai Ralea, Constantin Argetorianu, y siguieron posteriormente una línea democrática y colaboracionista. Pero en aquel entonces, no representaban la democracia.”
La historiografía tradicional achacó la responsabilidad al deterioro del ambiente político exclusivamente a los legioarios. Sin absolverles de la culpa, las nuevas tendencias de revisar la historia de aquellos años considera que los así-llamados representantes de la democracia son igualmente culpables. Escuchemosle a Ioan Scurtu:
“Esta situación dramática fue iniciada por el asesinato del líder legionario Codreanu y de otros 13 legionarios que habían asesinado en 1933 al primer ministro I. Gh. Duca y a Mihail Stelescu en 1936, la noche del 29 al 30 de noviembre. El 21 de septiembre de 1939, los legionarios asesinaron al primer ministro Armand Calinescu y lo que siguió luego fue una verdadera masacre en masa. Entonces, en septiembre de 1939, se practicó por primera vez en Rumanía el terrorismo estatal. Fueron matados más de 200 legionarios. La mayoría se encontraba en los campos y las cárceles y no tenía posibilidad alguna de defenderse. No existía acusación alguna contra los mismos. Fueron simplemente fusilados, miéntras que otros, que estaban en libertad, fueron ahorcados por la noche en las plazas públicas. Claro que nosotros, al condenar los asesinatos perpetrados por los legionarios, no podemos pasar por alto el hecho de que también los legionarios sufrieron persecuciones y fueron asesinados durante el reinado de Carlos II.”
La decisión de ejecutar a los legionarios había sido tomada por el primer ministro Gheorghe Argesanu, un militar de carrera quien tenía el grado de General. Su mandato de primer ministro duró sólo 7 días, después de lo cual fue reemplazado por Constantin Argetoianu. Gheorghe Argesanu fue uno de los 65 dignatarios encarcelados y ejecutados en Jilava por los legionarios. Entre los ejecutados en Jilava figuran también el ex ministro de justicia, Victor Iamandi, el jefe del Servicio Secreto de Inteligencia del Ejército, Mihail Moruzov y su asistente Niky Stefanescu. Otras dos víctimas fueron el general Ion Bengliu, comandante de la Gedarmería Rumana y el general Gabriel Marinescu quien, en su calidad de ministro del orden público había se había encargado de la coordinación de las acciones de represión dirigidas contra los legionarios. El historiador Ioan Scurtu nos explica en qué consistió la justicia concebida por el nuevo regimen legionario del general Antonescu:
“El régimen legionario de Antonescu fue hóstil el regimen de Carlos II. Como sucede a menudo en la historia, el nuevo régimen instaurado trató de vengarse de los representantes del antiguo régimen. Antonescu ordenó el encarcelamiento de los principales dignatarios del régimen de Carlos II, para que los miesmos fueran juzgados y condenados en base a la legislación en vigor. De estos procesos se encargaba en particular el vice primer ministro Mihai Antonescu, quien era jurista y tenía la intención de crear tribunales integrados por abogados. Los legionarios no aceptaron esa idea, ya que consideraban que el 14 de septiembre se había producido una revolución tras la cual se instauró un nuevo régimen, y que ya no se podía juzgar a nadie en base a las leyes caducadas que le permitían sustraerse o bien que permitían el aplazamiento. Los culpables de los asesinatos, sobre todo del asesinato del líder legionario Codreanu, deberían ser castigados y por eso hacía falta una justicia revolucionaria. Sobre esta base, aquel grupo de legionarios se fue a Jilava y fusiló a los que estaban encarcelados allá. Hubo también otros detenidos y llevados a la sede de la Policía de la Capital, pero los mismos fueron rescatados por la intervención del general Antonescu.”
La muerte de los 65 dignatarios fieles al rey Carlos II representó un nuevo tipo de justicia, basada principalmente, en la venganza. Pero esto ocurre cuando el abuso es el principio en que se basan las acciones de los que se burlan de la democracia – antes o después, lo mismo le pasa también a ellos.
(Steliu Lambru; trad. Luminita GAnea)
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