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El peregrinaje de un rumano, Anton Bejan, por la ex Unión Soviética |
(2010-09-20) |
Última actualización: 2011-09-12 18:46 EET |
Millones de personas se sintieron atraídas por el espejismo de la ideología comunista, y la instauración del bolchevismo en Rusia, aunque mirada con reticencia al principio, consolidó dicho espejismo. Gente de todos los continentes, de todas las razas, de todas las culturas y de todos los ambientes sociales y educativos salieron para la ex Unión Soviética, a fin de alimentar sus ilusiones. Entre aquella gente, hubo también rumanos. Después de la experiencia soviética, algunos se dieron cuenta de ese espejismo y se retractaron del mismo – éste fue el célebre caso del escritor Panait Istrati. Pero otros se quedaron firmes en sus posiciones, engañados por sus propias frustraciones y fantasmas, como fue el caso del que vamos a hablarles a continuación, el caso de un hombre que colaboró con el regimen instaurado en 1945 y contribuyó, durante 45 años, al desastre generalizado.
Anton Bejan era hijo de un sacerdote y de una maestra de escuela de Besarabia. Aun desde los años de liceo se sintió atraído por el movimiento comunista, como antifascista, según declara, ya que estaba en contra de sus compañeros legionarios que abusaban de los alumnos judíos. A los 19 años de edad, cuando era estudiante en Chisinau, se adhirió a la Unión de la Juventud Comunista y más tarde llegó a ser miembro del Partido Comunista Rumano. En 1940, cuando tenía unos 23 años de edad, se huyó a la Unión Soviética, para buscar allá la felicidad. Anton Bejan fue entrevistado en 1997 por el Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana:
“He salido porque soy oriundo de Besarabia y esto me hizo irme allá. Era mucho más sencillo. Y, además de eso, ¡quería ver ese país! Incluso ¡deseaba conocer ese país! Podía irme a Francia, pero decidí salir para la es Unión Soviética. Lo que me determinó ir a la Unión Soviética fue el hecho de que yo era miembro de la organización de Hotín. Conocía a mucha gente y allí podía encontrar trabajo y así, podía arreglarme la vida. Los soviéticos no nos reconocieron oficialmente a nosotros, los antiguos miembros del movimiento comunista ilegal, pero nos trataron con respeto. Dijeron que no nos reciben automáticamente en el partido, es decir que nuestra apartenencia al partido comunista no significaba automáticamente la apartenencia al Partido Comunista de la Unión Soviética. Hubo quienes llegaron a ser miembros del Partido Comunista de la URSS por su propia voluntad, pero eran pocos. Yo, personalmente, no conozco a ninguno de mis compañeros de partido que fuera recibido inmediatamente el el partido comunista soviético.”
Anton Bejan se juntó al movimiento comunista y participó en la guerra. Afortunadamente, su heroismo duró tan sólo dos semanas, ya que en junio de 1941 fue herido en la pierna y desmovilizado:
“He presenciado el drama de la retirada, ¡fue algo terrible! Los aviones bombardeaban incesantemente y la gente se retiraba. Había muertos en las zanjas y uno ni siquiera les miraba, porque no había tiempo. El frente se estaba acercando y los soldados se retiraban en desorden. Otros se dirigían hacia el frente, para luchar. Los alemanes les dispersaron, les aplastaron por completo. ¡Fue una tragedia sin par! Pero quedé convencido de que había tenido delante de mis ojos una gran nación que supo resistir al fascismo.”
A Bejan le subieron a un tren, y le enviaron a Asia Central, a la República Soviética de Tayikistán. Sus memorias idílicas describen, sin embargo, una realidad distinta:
“Al salir del hospital, trabajé en una fábrica de seda donde se hacían paracaídas. En aquella región la cría de los gusanos de seda era muy desarrollada. Conocí también a la población local de Tayikistán. Era un pueblo muy acogedor, que todavía mantenía sus tradiciones. Las mujeres llevaban velo, pero eran muy pocas, puesto que había empezado la emancipación de las mujeres. Me impresionó el hecho de que en una región tan lejana había una fábrica tan arreglada – tenía unos 10 mil obreros. En la ciudad había una universidad, ¡era una ciudad que florecía! Estuve también en las aldeas, donde la agricultura se basaba solamente en las irrigaciones. Cultivaban algodón, moras, albaricoques, criaban también ovejas y había muchos burros, ¡muy interesante! En cualquier caso, de repente me había encontrado en un mundo totalmente distinto, al ver ¡cómo era el Oriente! Encontré allá a muchos rumanos, muchos polacos, gente de Besarabia, y se formó como una diaspora, solíamos reunirnos para charlar.”
De Tayikistán, Bejan salió en 1942 rumbo a otra república soviética – Georgia. Después del episodio georgiano llegó directamente a Moscú, donde consiguió emplearse como redactor de la emisora de radio Rumanía libre, que hacía la propaganda de Comintern:
”Tuve amigos en Georgia, en Tiflis, que me enviaron una carta diciéndome que regresara, sobre todo porque allá tenía también a mi novia, una chica a quien amaba mucho. En Georgia trabajé en una fábrica que hacía proyectiles. Trabajé allá hasta principios del año 1943, y en 1943 me llamaron a Moscú. Lo más impresionante en Rusia era que uno tenía que ducharse antes de entrar en una institución, como si se tratara de una desinfección Cuando llegué a la sede de Comintern me preguntaron: “¿Tienes comprobante de que has hecho la desinfección?” “¡No!” “Entonces, ¡atrás!” Es decir que me mandaron a ducharme, y sólo después podía regresar. Así que volví a ducharme y después me recibió Ana Pauker, quien me dijo: “Temía que fueras un tartamudo, porque aquí necesitamos de locutores.” Pero yo trabajé no sólo como locutor, sino también escribí artículos y materiales para la emisora Rumanía libre.”
Al cabo de 4 años, en 1945, Anton Bejan volvió a Rumanía como protegido de los soviéticos. Su idealismo se había vuelto realidad, una realidad que, para decenas de millones de ciudadanos de la Europa Oriental, iba a contradecir muy dolorosamente, la teoría. Comenzaba entonces una época durante la cual la propiedad privada era abolida, la economía era dirigida, y la libre opinión era considerada un delito.
(Traductora: Luminita Ganea)
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