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Carlos II y la Guardia de Hierro |
(2012-03-05) |
Última actualización: 2012-03-12 18:16 EET |
El tercer rey de Rumanía, Carlos II, fue, según la mayoría de los historiadores, un personaje difícilmente encuadrable en los patrones habituales. Su estilo de hacer política recordó a la sociedad rumana que la democracia, el buen funcionamiento de la sociedad no van de por si, sino que necesitan de un mantenimiento constante.
Nació en 1893, como primogénito del rey Fernando I y de la Reina Maria. La fuerte personalidad de Carlos se hizo patente desde muy temprano. Solía ejercer gran fuerza de atracción entre sus iguales. Caprichoso y gran amante del dinero, era una persona de gran inteligencia y un aficionado a la cultura. Tenía un gran sentido del humor, pero a menudo fue considerado un cínico irremediable. Las mujeres fueron una de sus numerosas pasiones desde la adolescencia. De los muchos episodios controvertidos en que estuvo implicado, destaca la deserción del ejército el mes de marzo de 1918, donde era comandante de un regimento, para casarse con Ioana Lambrino en Odessa.
Muchas cosas se le habrían podido perdonar al tan humano Carlos, si sus defectos no hubieran afectado tan profundamente la vida política rumana. Su conducta demostró su inmadurez emocional y su incapacidad de comprender sus atribuciones constitucionales.
La creciente popularidad del partido fascista la Guardia de Hierro y de su líder Corneliu Zelea Codreanu le produjo un gran disconfort al rey Carlos. En 1937, cuando le propuso al líder legionario el cargo de primer ministro con la condición de que él fuera proclamado jefe de la Legión, Codreanu rechazó la oferta. El rey Carlos no lo perdonó e hizo que se le fraguara un pleito tras el cual fue condenado, encarcelado y, finalmente, ejecutado, junto con 13 camaradas, en el mes de noviembre de 1938.
Tras el desastre de 1940, cuando Rumanía sufrió grandes amputaciones territoriales, Carlos II se vio obligado a abdicar el día 5 de septiembre. Le sucedió en el trono su hijo Miguel. Carlos negoció su salida del país con el general Ion Antonescu, el nuevo primer ministro. En la calle, los legionarios pedían su muerte y, por eso, las circunstancias de su salida del país se prepararon en secreto. Aunque los legonarios se enteraron tarde de la fuga, le perseguieron hasta las fronteras para matarlo.
En 1940, el teniente Gheorghe Teodorescu fue nombrado comandante de la guardia que se encargaba de defender el tren en que Carlos II abandonaba Rumanía. En 1983, Teodorescu contó las circunstancias en que los legionarios atacaron el tren en que estaba Carlos. La siguiente grabación proviene del archivo del Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana:
"No creía que los legionarios iban a atacar el tren, pero por si acaso en una de las dos locomotoras había un soldado y un cabo cuya misión era abrir el fuego en caso de ataque pero haciendo todo lo posible para no causar víctimas. La tarde del 7 de septiembre, nos dirigíamos hacia la ciudad de Timişoara. En el vagón del rey vi a Carlos y a su amante Elena Lupescu que lo acompañaba tomando el café.”
Los legionarios le esperaban al rey para vengarse. Sin embargo su acción repentina no tuvo efectos. Gheorghe Teodorescu nos lo cuenta a continuación.
"Al entrar en la estación de trenes de Timisoara como junto a la vía férrea había soldados que rendían honor, el tren redujo la velocidad. Cuando ya estaba a punto de detenerse, las puertas de la estación se abrieron de repente y all andén irrumpieron unos 300 legionarios que llevaban camisas verdes. En aquel momento, el tren acceleró. Oí la orden: „legionarios, ¡fuego!”. Algunos intentaron agarrarse al tren y oí varios tiros de metralleta que hacían que saltaran trizas de las paredes de la estación de trenes. El tren cogió velocidad y los legionarios quedaron atrás. Ya no paramos en ninguna estación rumana de tenes hasta Velika Kikinda, en Yugoslavia donde nos bajamos del tren.”
Las balas de los legionarios no habían penetrado en los vagones, sólo habían roto los cristales, ya que en su intento repentino no habían tenido tiempo suficiente para buscar metralletas y, por eso, sólo llevaban pistolas. Siguieron escena típicas de una película de acción. Algunos legionarios subieron a una locomotora y persiguieron el tren, otros subieron al coche y persiguieron al tren desde la carretera. Durante unos 60 km, entre Timişoara y Jimbolia, se desarrolló una carrera alocada. La frontera con la ex Yugoslavia fue la salvación del rey Carlos II. Una salvación vergonzosa, propia de un monarca sin dignidad
(Steliu Lambru; trad. Victoria Sepciu)
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