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Grigore Gafencu |
(2012-01-10) |
Última actualización: 2012-01-16 12:25 EET |
Grigore Gafencu, importante militante anticomunista, es una de las insignes personalidades del exilio rumano posterior al año 1945. Doctor en Derecho, oficial aviador durante la Primera Guerra Mundial,Gafencu fue periodista en los años 1920 y miembro del Partido Nacional Campesino.
En el año 1938, fue nombrado ministro de Exteriores, y en 1940, fue, por poco tiempo, embajador en Moscú. En el verano del año 1940 abandonó Rumanía para siempre, y se trasladó a Ginebra, para que más tarde, en 1946, se radicara en París. Fundador, en 1949, del Comité Nacional Rumano, entró en la lista negra del régimen comunista de Rumania, por su actitud rotundamente democrática.
Gafencu fue también una gran personalidad de la prensa del exilio rumano. Su batalla contra el comunismo se libró por intermedio de artículos de prensa y desde los micrófonos de la emisora de radio Europa Libre. En el año 1956, tras la célebre condenación de los crímenes estalinistas, por Nikita Hrusciov, Grigore Gafencu tuvo un comentario memorable en contra de los comunistas occidentales. El Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana conserva en su fonoteca dicho comentario.
“Las memorias secretas de Hrusciov, que de hecho dejaron de ser secretas tras ser publicadas, en su totalidad, en todos los idiomas, en los grandes periódicos occidentales, crearon gran confusión en el seno de los partidos comunistas de los países libres. Los ataques dirigidos por Hrusciov contra la memoria de Stalin, las acusaciones de actos arbitrarios e infames formuladas en contra del difunto, las pruebas de increíble crueldad que durante 25 años marcaron el comunismo soviético, sacudieron el bolchevismo internacional. Asombrados por el asalto dado en contra de Stalin en Moscú, los líderes comunistas de por doquier empezaron a preguntarse por qué, y a qué fines, Hrusciov y sus camaradas habían iniciado dicha guerra fuera de lo común. Años enteros, dichos comunistas de vanguardia habían glorificado, bajo todas las formas y en todos los idiomas, con servilismo, la genialidad del gran Stalin, “el padre de las naciones” y “benefactor de la Humanidad”. La fe en Stalin, idolo todopoderoso y omnisciente, representaba la roca en que todos habían edificado su iglesia comunista. Y he aquí, cómo, de la noche a la mañana, este ídolo era derrumbado, y en su tumba, camaradas de su entorno, echaban basura y lodo.”
¿Cómo podían los lideres comunistas de Occidente, no acostumbrados con los asombrosos cambios del mundo soviético, acalarar a sus propios miembros de partido, con respecto a lo ocurrido en Moscú?- se preguntaba Gafencu. ¿Qué aclaraciones se podían dar a los intelectuales, que todavía respaldaban al régimen soviético, para convencerles de que se habían equivocado?.
Gafencu analizó con sarcasmo la falsa indignación manifestada por los comunistas occidentales ante la publicación de las memorias de Hrusciov:
“Togliatti, el jefe incontestable del Partido Comunista Italiano, fue el primero en rebelarse, pensando que, si Hrusciov le había denigrado a Stalin, él también podía hincar el diente. Togliatti se atrevió a declarar, en un manifiesto reproducido en los periódicos del mundo entero, que las revelaciones de Hrusciov habían disminuido el prestigio de la dirección soviética, desatando una severa crisis en el mundo comunista.
Los comunistas no pueden comprender, declaraba el lider italiano, ¿por qué Hrusciov y sus camaradas no se habían opuesto a los errores y a los crímenes de Stalin, cuando éstas todavía podían ser paradas? Tampoco pueden comprender ¿cómo fue posible que ocurrieran semejantes hechos en un país comunista?
En igual medida, Togliatti aprecia que las memorias de Hrusciov, quien pretende desear poner fin al culto de la personalidad, no hace más que reforzarle bajo otra forma: en vez de poner a cargo de Stalin todas las cosas buenas, le hace culpable de todos los males, haciendo de la personalidad del difunto tirano, que hace poco pasaba por un santo, la encarnación del propio diablo. En consecuencia, concluye Togliatti, los partidos comunistas occidentales se ven obligados a mantener algo de libertad de pensamiento y de juicio frente a lo que se decide en Moscú.
El Partido Comunista Francés comprobó ser menos atrevido que el italiano.Pese a ello, no pudo ocultar su desconcierto, y en una declaración del Buró Político pone de relieve que las revelaciones de Hrusciov, de las cuales no habría estado al tanto, salvo las publicadas en la prensa burguesa, le provocan mucha tristeza y confusión. Es un nivel de detalle patético que comprueba el desconcierto de unas personas que consideran que han sido engañadas pero que todavía no se atreven a deshacerse de las cadenas del servilismo. En cambio, los partidos de menos importancia, de Gran Bretaña, Bélgica y Holanda, se las cantaron claras a Hrusciov, no sólo por haberles destruido éste su fe en Stalin, sino también porque les obligaba a negar lo que habían respaldado antes, haciendo que se quedaran en ridículo.
Fue uno de los últimos actos notables que el patriota Grigore Gafencu pudo hacer por su país, por los países ocupados por los regímenes comunistas, por la democracia. Gafencu falleció el 30 de enero de 1957, con 65 años de edad.
(Steliu Lambru; trad. Rodica Popa)
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