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Mecanismo de censura durante la II Guerra Mundial |
(2009-02-16) |
Última actualización: 2009-03-06 14:10 EET |
La censura está relacionada con el control de las informaciones. Pero el control de la información, que tiene sus límites y se manifiesta solamente en situaciones excepcionales, no pone en peligro los derechos y las libertades fundamentales de las personas, ni infunde miedo, ni tampoco puede ser calificado de censura. La obsesión por los secretos y los fines represivos del poder dictatorial definen el tipo clásico de censura, sumamente nocivo para las personas. En este útimo caso, la censura se relaciona estrechamente con la propaganda.
La censura en caso de guerra es un mecanismo de prevención usual y aparece en todas las épocas. En la antiguedad, los vencidos solían presentar las batallas perdidas como victorias para reforzar la moral de sus propios ciudadanos y de su ejército. Incluso en la era de los medios de comunicación en masa, los paises con régimenes de dictadura, cuando libran guerras, utilizan la censura y la propaganda para manipular la opinión pública.
La censura de guerra existió también en la segunda Guerra Mundial, y Rumanía no fue una excepción. En 1941, cuando Rumanía junto con Alemania abrió las operaciones de guerra contra la URSS para liberar los territorios ocupados en 1940, se creó el Centro de Censura de la Correpsondencia integrado por catedráticos con competencias lingúisticas y técnicas. En paralelo, funcionaba una oficina de monitorización de la prensa en idiomas extranjeros. El Centro de Censura de la correspondecia funcionaba adscrito al Correo, cerca de la Estación del Norte de Bucarest. Para los que trabajaban en el departamento de Censura este puesto de trabajo era muy llamativo porque les ofrecia la posibilidad de no alistarse a la mili y de no salir al frente de guerra.
El físico Radu Grigorovici trabajó en este centro en los años de guerra. En una entrevista concedida en el 2001 al Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana contó cómo era una jornada habitual de trabajo. Había un funcionario del correo, creo que también tenía un contacto directo en la Seguridad, que abría las cartas de forma muy primitiva pero eficaz: los sobres se colocaban encima de agua hirviendo para que se pudieran abrir sin dejar rastro. Nosotros leíamos, y si consideramos oportuno escribiamos un pequeño informe y se devolvía luego la carta a esta persona del correo junto con el informe. El informe era luego entregado a nuestros superiores. Más tarde se organizó una selección entre los que trabajamos allí. Había algunos que leían las cartas y, en su caso, ponían el sello „censurado”.
Los acuerdos internacionales prohibían censurar las cartas cuyo destinatario eran representaciones diplomáticas. Pero se abrían y se leían solo por algunos de nosotros, dos o tres, electos probablemente por haber comprobado tener más juicio en sus informes.
Nuestro interlocutor nos cuenta que el ambiente no era para nada de terror, los titulares de las cartas no sufrían consecuencia algunas. Algunos se mostraban mas valientes y hablaban abiertamente sobre sus descontentos, otros eran mas reservados. Tampoco había gran cantidad de cartas controladas. Cada funcionario leía unas diez cartas al día. Radu Grigorovici contó del contenido de algunas cartas que él mismo leyó. “Los jóvenes oriundos de Transilvania y del Banato que habían sido fichados en la SS y que mandaban cartas por el correo común y corriente no se mostraban muy encantados de lo que se veían obligados a hacer allí. Se quejaban de la alimentación insuficiente, sobre todos los del Banato, acostumbrados en general a comer bien. Uno escribíó que los pantalones se les volvían cada dia mas grandes, mientras que el corazon se le encogía. Luego el consul búlgaro de la ciudad rumana de Galati tenía la familia en Suiza. Todas las cartas hacia y desde su familia pasaban por nuestro despacho y nos divertiamos mucho. Eran muy simpáticos, hablaban varios idionmas y un día llegó un sobre con dos cartas dentro. Cada párrafo estaba escrito en otro idioma porque su hija quería demostrar a su padre que estudiaba todos estos idiomas. La otra carta del sobre era dirigida al censor en que había escrito esto: Estimado señor censor, usted cumple muy mal su trabajo, porque es evidente que abre el sobre y luego lo vuelve a pegar muy mal. Si se dedica usted a censurar las cartas de otros, por que no lo hace debidamente.”
Aunque igual de culpable que cualquier otra forma de violar la privacidad, la práctica de censurar las cartas durante la guerra no representaba un riesgo para la vida de las personas controladas, tal como ocurrió durante el régimen comunista. Era una época en que la gente no se imaginaba todavía los horrores que siguieron después de la segunda guerra mundial.
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