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Miguel I de Rumanía |
(2011-10-25) |
Última actualización: 2011-11-08 13:17 EET |
El Rey Miguel I de Rumania (Mihai I en rumano) es el último jefe de estado en vida que participó en la segunda guerra mundial. El próximo 25 de octubre cumple 90 años de edad y sigue siendo, para muchos rumanos, el mejor modelo para las generaciones actuales. Miguel le sobrevivió al siglo 20 y rigió Rumanía en los difíciles años de la guerra. Asimismo hizo todo lo posible para obtener cuantos más beneficios para el pueblo rumano cuando este conflicto terminó. Si el régimen comunista no hubiera interrumpido brutalmente el curso de su actividad política, sería, probablemente, el más longevo y uno de los mejores soberanos que tuvo Rumanía.
”Soy rumano por nacimiento y destino”, son las palabras que más frecuentemente repite el Rey Miguel I en las entrevistas o en sus apariciones públicas. Y aunque hizo mucho por su país, sobre todo tuvo el mérito de salvar la región de Transilvania del Norte, su personalidad sigue siendo poco apreciada.
Miguel I fue hijo del rey Carol II y de la princesa Elena de Grecia. Tras el divorcio de sus padres tuvo que soportar la ausencia de su madre y los caprichos de su padre con el cual nunca se llevó bien y que no le eseñó nada. Por eso sus recuerdos sobre Carol II, su padre, son muy desagradables:
”Después de irse mi madre, mi padre lo cambió todo y en los años que siguieron no me enseñó nada relacionado a las responsabilidades del estado o a la vida política. Iba a cursos de economía política, derecho, etc. Pero mi padre no me enseñó nada del mecanismo político, de su actividad. De vez en cuando llegaban hasta mí noticias de la vida política, pero yo no tenía ni idea de cómo se formaba o funcionaba el gobierno. Me rodeaban muchos profesores, pero no me enseñaron nada. Por tanto, tuve que aprender todo yo sólo.”
El segundo reinado de Miguel I empezó en 1940, cuando tenía 19 años de edad, cuando Rumanía había perdido regiones importantes de su territorio y la extrema derecha ganaba terreno en todo el país. El general Ion Antonescu llegó a ser el dirigente del estado. Las relaciones que el rey Miguel tuvo con el general Antonescu representan otro capítulo de sus recuerdos desagradables:
”El general Antonescu no me hacía caso. Consideraba que sólo servía para firmar determinados documentos, asistir a desfiles militares, participar en actos públicos, cosas de este tipo.”
Al rey Miguel I se le reprochó el tratamento que se le aplicó al general Antonescu, tras su detención: su ida a la Unión Soviética y el hecho de que le negó el indulto. El soberano aclara aquellas circunstancias.
”Antes del 23 de agosto se estableció que un equipo formado por liberales y miembros del Partido Campesino se hicieran cargo del general para evitar que cayera en manos de los alemanes. Pero como los comunistas estaban mejor organizados y ya tenían su equipo encabezado por Bodnăraş. No sé muy bien cómo ocurrió, pero se llevaron a Antonescu. Yo ya me había ido, hablé con los míos pero no se pudo hacer nada. Muchos pensaban que yo hubiera podido indultarlo. Pero ellos no saben cómo funcionaba el sistema constitucional en aquel entonces. Si yo firmaba un documento, éste no tenía validez si no lo contrafirmaba un ministro. Ésta era la ley. En aquel entonces ministro de justicia era Pătrăşcanu, y él se negó a firmar el documento. Nadie lo entendió.”
Llegado a los 90 años de vida, el rey Miguel I de Rumanía todavía desea decirles a los rumanos algunas cosas. Sus consejos son sencillos, propios de personas nobles.
“Trate humanamente a los demás, en la medida de lo posible, no desprecies a nadie. Sea bondados, en general, pero con límites, ya que a veces es mejor ser firme. He visto muchas cosas terribles que sufría la gente en el país y te da asco notar que a las autoridades no les importa. Yo aprendí otra cosa: ser comprensivo y tratar al ciudadano común, al pobre, como a los demás. Todos somos iguales. Es muy difícil para mí comprobar a veces que hay gente que maltratan a los humildes, eso es terrible.”
En 1947 el rey Miguel I era el soberano de la juventud, símbolo del renacimiento de la democracia después de la guerra. En 1990, “La monarquía salva Rumanía” fue el lema de otra generación de jóvenes que deseaban la reconstrucción de otra democracia.
(Steliu Lambru; trad. Victoria Sepciu)
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